lunes, 20 de enero de 2014

Corazón Frappé

Corazón frappé.

Tic tac, tic tac, tic tac… Es lo único que escucho desde hace unas dos horas que te espero. Sentado en este frio taburete de un viejo café, escucho caminar el segundero de mi viejo reloj, el cual parece que se burla de mi con cada paso que da. Parece que lo escucho decir: ¡Te advertí que no vendría! ¡Eres un tonto! ¡Eres un ingenuo! En mi cabeza imagino cientos de pretextos por los cuales no estás aquí. Pero muy en el fondo conozco la verdadera razón.

Nunca había tenido el valor de pedirte algo. Siempre te miraba desde el otro lado, te veía irte con tus amigas cuchicheando sobre lo que paso en el día, que si la ropa, que si los novios, que si aquello. Algunas veces fantaseaba pensando que quizá hablarían de mí, en el buen modo claro. Y es que nunca he sido un galán de televisión: conozco bien la clase de belleza abstracta  que tengo. Pero es verdad cuando te digo que tengo un buen corazón. El corazón de un romántico extinto, de esos que escribían poemas, que sueñan con su Novia por un día o que se esconden atrás de un Amor Anónimo. De esos a los que ya nadie quiere.

El tiempo sigue corriendo. La mesera se acerca nuevamente a mí preguntándome si deseo ordenar algo. Busco por todos lados tu figura, pero no la encuentro. Solo encuentro el sonido del hielo rompiéndose en pedazos para ir a parar a un vaso de capuchino frappé. Exactamente del mismo modo en el que se rompe mi corazón. Le digo amablemente que no, que deseo esperar un poco más. Se aleja de mí y veo que no puede ocultar la lástima que siente por mí. Y como no. Yo mismo me siento patético. Sentado aquí, con un pequeña rosa y un estúpido poema. ¿A quién demonios le interesan esas tonterías?
Sigo aquí y mi desesperación es más auténtica a cada qué segundo pasa. Siento que todos me ven y se ríen de mí. Y es que claro, ¿quién podría enamorarse de alguien como yo? Y es lo que todos los días me pregunto ¿Qué he hecho yo? ¿Por qué no me dan una oportunidad? ¿Acaso saben la clase de hombre soy? Pero no. Nunca obtengo una respuesta, solo quiero llorar, salir corriendo y perderme entre la espesura de la noche.

La gente va y viene, unos entran, otros se van. Y yo sigo aquí. Pasando entre mis dedos los filos de aquel trozo de papel donde te escribí un poema. Lo observo y sonrió burlándome de mi mismo por lo ingenuo que soy, un poema, debí haberte comprado algo, pero un poema es lo único que pudo comprar mi corazón. Un corazón que no entiende de razones, uno que aún cree que el amor lo es todo, que todo lo puede. Que tonto corazón. Y más tonto el dueño de ese corazón, que aún espera que ella este aquí después de casi 3 horas.

Ya es de noche. La mesera se acerca de nuevo y me dice que si deseo ordenar por que la cafetería no tarda en cerrar. Y ahora creo que es el momento de pedir. Una bebida que vaya acorde a como me siento ahora. Vuelvo a escuchar el tronar del hielo en la licuadora, ese hielo que irá a parar a un frio vaso de capuchino frappé. ¿Puede traerme un vaso de corazón frappé?

Y ahí está,  en el fondo de aquel vaso, despedazado y molido, cubierto de ilusión y una pizca de esperanza, frio y amargo, un exquisito trago de mi corazón frappé.


deVia